A low angle shot of the sun shining through the clouds over the beautiful ocean
A veces no se trata del tiempo del reloj, sino del clima interior. Esta frase —“Todo tiene su tiempo, solo hay que esperar cuando despeje”— nació de una observación personal inspirada en una historia de Tara Bennett-Goleman, y nos recuerda que incluso en los días más nublados, el sol sigue ahí, detrás de las nubes.
El origen de una frase que nació de una imagen
Hace unos días, pensé que había leído en algún lugar una frase que decía: “Todo tiene su tiempo, solo hay que esperar cuando despeje.” Busqué la fuente, pero no la encontré. Y fue entonces cuando entendí que no la había leído en ninguna parte: me la había inventado yo.
Lo curioso es que la combinación no surgió de una intención poética, sino de una imagen mental que me acompañó durante días: la idea de que el “tiempo” no siempre se refiere al reloj, sino al clima. Que no todo depende de horas ni calendarios, sino de cuándo el cielo interior decide abrirse.
Esa reflexión me llevó a recordar una anécdota que cuenta Tara Bennett-Goleman en su libro Alquimia emocional. Ella relata cómo, durante un día gris en Inglaterra, vio unos rayos de sol atravesar las nubes. Y en ese instante pensó: el sol está ahí, aunque no lo veamos.
Esa imagen —el sol detrás de las nubes— se convirtió para mí en la metáfora perfecta de lo que significa esperar cuando despeje.
No todo tiempo es de reloj
A veces atravesamos días en los que el ánimo se nubla y la claridad parece habernos abandonado. En esos momentos, confundimos la ausencia de luz con la ausencia del sol. Pero la realidad es que el sol nunca se apaga, solo lo cubren las nubes.
Y así ocurre también con la esperanza, la motivación o la fe en nosotros mismos. No desaparecen: se ocultan temporalmente detrás de circunstancias pasajeras. Cada proceso tiene su clima, su propio tiempo atmosférico, y pretender que siempre brille el sol es tan irreal como esperar un cielo sin nubes todo el año.
Esperar no es rendirse
Decir “solo hay que esperar cuando despeje” no es una invitación a la pasividad, sino al reconocimiento del ritmo natural de las cosas. Esperar no significa no actuar, sino saber cuándo hacerlo.
Como el agricultor que no siembra en medio de la tormenta, también nosotros necesitamos aceptar que hay momentos para avanzar y otros para observar. Esa espera consciente es una forma de inteligencia emocional: implica aceptar el estado actual sin perder la confianza en lo que sigue existiendo detrás de la nube.
Cuando finalmente despeje
Y llega el instante. De pronto, sin aviso, el cielo se abre y un rayo de luz nos toca el rostro. No porque el sol haya vuelto, sino porque por fin lo podemos ver.
Esa claridad no es nueva: estaba ahí, esperándonos. Lo mismo sucede en la vida: cuando despeje, comprenderemos que la fuerza, la calma y la luz nunca se fueron; solo esperaban que el cielo interior aclarara un poco.
Por eso, todo tiene su tiempo, y lo más sabio que podemos hacer a veces es simplemente esperar cuando despeje. No porque el sol cambie, sino porque nosotros aprendemos a verlo de nuevo.
Reflexión final
Quizás esa sea la verdadera alquimia emocional: transformar la espera en confianza.
Porque detrás de cada nube, por más densa que parezca, el sol sigue ahí.