Hoy en día, en la República Dominicana (y en muchísimos lugares del mundo), se nos vende la idea de que el verdadero camino al éxito es convertirnos en emprendedores. Después de la pandemia, esta narrativa ha explotado: surgen eventos que premian a los nuevos emprendedores, se multiplican las historias de éxito en redes sociales, y pareciera que todo el mundo quiere tener su propio negocio.
Pero aquí viene la reflexión: hay una diferencia enorme entre tener una idea y tener una empresa. Es como una cortina de humo que a veces no se ve a simple vista: muchos jóvenes y nuevos profesionales están trabajando en grandes empresas mientras sueñan con dejar ese rol de «empleado» para convertirse en emprendedores.
Lo curioso es que ese mismo joven que quiere ser su propio jefe usa un celular fabricado por una gran empresa llena de empleados, va al supermercado de otra gran empresa para hacer sus compras, o utiliza un aire acondicionado de una marca multinacional que también da empleo a muchas personas.
¿A dónde voy con esto? A que ni ser empleado es algo malo ni ser emprendedor es la única vía al éxito. Ambos roles se necesitan mutuamente. La idea de que el único éxito es tener tu propia empresa, y que ser empleado es algo «malo» o «inferior», está construida sobre una base de humo. Es una idea no aterrizada que, en vez de ayudar a la economía, a veces vende un sueño irreal. Y mientras tanto, se desvaloriza la importancia de ser un buen colaborador o empleado que hace que el país funcione día a día.
En resumen, no se trata de si tienes o no tu propia empresa. Se trata de entender que cada rol tiene su valor, y que sin empleados no existirían las grandes empresas que hacen posible muchas de las cosas que disfrutamos. Y que al final, no importa si estás en un escritorio o liderando tu propio negocio, lo importante es contribuir de la mejor manera al motor económico y social.
