Hay algo profundamente humano en creer que podemos predecir cómo saldrán las cosas. Llamamos experiencia a eso. Pero Daniel Kahneman, premio Nobel y uno de los psicólogos más lúcidos de nuestro tiempo, descubrió que esa confianza suele estar sesgada.
En su investigación sobre la falacia de planificación, Kahneman demostró que tendemos a sobreestimar nuestra capacidad y subestimar los obstáculos. Y no es porque seamos ingenuos, sino porque solemos mirar las situaciones desde dentro —la inside view—, concentrándonos en nuestros planes, esfuerzos y deseos, sin considerar cómo han resultado procesos similares en el pasado o en otras personas.
La alternativa, que él llamó la outside view, consiste en tomar distancia. En detenerse, observar el panorama general y comparar nuestro caso con el de otros antes de sacar conclusiones. No se trata de pensar negativamente, sino de pensar con perspectiva.
Cuando uno mira desde fuera, puede ver patrones, tiempos reales, probabilidades, y sobre todo puede ver que la historia tiende a repetirse. Que no somos la excepción a la regla, aunque queramos serlo.
Mi reflexión
A veces me he dado cuenta de que mi mirada —como la de cualquiera que crea y emprende— se nubla por el entusiasmo o por la urgencia. Pero cada vez confirmo que no se trata tanto de cómo yo lo veo, sino de hacer una pausa y mirar desde fuera.
Desde esa distancia, los problemas pierden dramatismo, las ideas se aclaran y las decisiones se vuelven más sensatas. Es un ejercicio de humildad, pero también de inteligencia: reconocer que el mundo no gira según nuestro guion y que, al abrir el foco, aparecen nuevas soluciones.
Quizás esa sea una de las grandes lecciones de Kahneman: la sabiduría no está solo en pensar rápido o despacio, sino en saber cuándo mirar desde adentro… y cuándo mirar desde afuera.