
Lo que el ser humano debería estar haciendo
Durante décadas nos han repetido que la vida se trata de trabajar duro. Que quien más se sacrifica, más merece. Que el éxito es proporcional al sudor. Y mientras nos ocupamos de metas, agendas y correos, se nos va escapando lo más simple y valioso: vivir.
Pero… ¿y si el verdadero progreso no se mide por lo que logramos, sino por lo que compartimos?
Volver a lo esencial
Lo que el ser humano debería estar haciendo no es acumulando tareas, sino acumulando momentos. De esos que no se guardan en carpetas ni se suben al Drive, pero que se quedan en la memoria emocional: un abrazo largo, una comida improvisada con amigos, una tarde viendo cómo cae la lluvia o cómo florece una planta en el patio.
Conocer la naturaleza y su funcionamiento no es solo un pasatiempo, es una forma de reconectarnos con lo que realmente somos: parte de un ecosistema, no dueños de él. Observar el ritmo de la vida natural nos enseña algo que olvidamos en la vorágine digital: todo tiene su tiempo, y no todo puede forzarse.
Tecnología como herramienta, no como enemigo
Muchos temen que la inteligencia artificial, la automatización o cualquier nueva tecnología nos esté quitando algo. Y sí: nos está quitando carga. Nos está quitando horas improductivas. Nos está quitando tareas que no necesitan nuestra creatividad ni nuestra esencia humana para ser realizadas.
El problema no es la tecnología. Es la narrativa equivocada que arrastramos: la de que trabajar más es vivir más. Pero no. Trabajar más es solo eso: trabajar más.
Lo que la tecnología nos está ofreciendo —si la usamos bien— es algo inmenso: tiempo de verdad. Tiempo para estar. Para sentir. Para pensar. Para compartir.
Compartir, el verbo perdido
Compartir debería ser el centro de todo: compartir ideas, momentos, conocimiento, alimentos, silencios, caminos. Porque en el fondo, no vinimos aquí para correr solos, sino para encontrarnos en el camino y caminar juntos.
Las herramientas tecnológicas deben asumir lo que les corresponde: las tareas mecánicas, repetitivas, las que no requieren alma. Y nosotros, los humanos, deberíamos asumir lo que sí requiere alma: crear, amar, cuidar, conectar, disfrutar.
¿Estamos viviendo o solo funcionando?
No es cierto que la IA nos está quitando la vida. Lo que sucede es que confundimos “trabajo” con “vida”. Y cuando algo nos aligera el trabajo, sentimos que nos roba existencia. Pero es todo lo contrario: nos la devuelve.
Así que si has sentido culpa por usar tecnología para facilitarte las cosas, déjala ir. Y pregúntate:
- ¿Qué harías si tuvieras más tiempo libre?
- ¿A quién abrazarías más?
- ¿Qué rincón de la naturaleza te gustaría conocer?
- ¿Qué conversación estás postergando?
Porque tal vez, lo que el ser humano debería estar haciendo… no sea tanto hacer, sino simplemente ser.