¡Jerry está enojado!

“Los padres de Jerry están retrasados. La cena está lista. Jerry está enojado.”

¿Por qué está enojado Jerry?

Si respondiste automáticamente “porque sus padres llegaron tarde”, acabas de vivir un ejemplo perfecto de cómo funcionan los modelos mentales aprendidos que habitan en nuestro cerebro.

El psicólogo y premio Nobel Daniel Kahneman dedicó buena parte de su trabajo a explicar este tipo de respuestas automáticas. Según sus estudios, nuestro pensamiento se apoya en “normas” internas: estructuras que el cerebro ha ido construyendo a lo largo del tiempo basándose en experiencias previas, educación, cultura y repetición.

En nuestro modelo mental, la impuntualidad muchas veces se relaciona con falta de respeto, desinterés o incluso abandono. Y el enojo aparece como una reacción lógica ante ello. Pero en ningún lugar del texto se dice que Jerry está enojado por eso. Podría estar molesto porque le tocó lavar los platos, porque no le gusta lo que cocinaron o incluso porque tuvo un mal día.

Sin embargo, nuestro cerebro rellena los espacios en blanco sin preguntar.

Pensamos más rápido de lo que razonamos

Lo peligroso es que ese mismo mecanismo automático lo usamos para evaluar personas, situaciones, decisiones laborales, relaciones… todo. Respondemos, actuamos o juzgamos a partir de modelos preaprendidos que, aunque nos ahorran tiempo, pueden alejarnos de la verdad y de las mejores decisiones.

Por eso, es vital hacer una pausa y analizar. Antes de reaccionar, preguntarnos:

¿Esta conclusión la estoy sacando porque realmente lo entiendo o porque mi cerebro me está sirviendo una respuesta ya empaquetada?

Nuestros modelos mentales no son enemigos, pero tampoco deben ser nuestros jefes. Son como mapas antiguos: útiles para orientarnos, pero no siempre precisos. Y mucho menos definitivos.

¿Y tú? ¿Por qué crees que Jerry está enojado?

Tal vez la verdadera respuesta no esté en el texto… sino en ti.